La curvatura de la córnea

20 marzo 2007

El regreso de Juan Palomo

Para Arturo Giménez


Juan Palomo huyó de su pueblo para darle esquinazo al sempiterno soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como y, como todo hijo de vecino de la pedanía La Flor de la Peña, se planteó la mejor manera de enfrentarse a la tradición no escrita que encauzaba el futuro de los florepeñanos varones y mayores de edad hacía tres caminos posibles.
El primero de ellos empezaba en el seminario de Zaragoza, continuaba en la sacristía de algún pueblo olvidado de la mano de Dios y terminaba en las misiones de algún país secuestrado por los narcos o sumergido por la corrupción oficial.
El segundo transitaba por la senda del trabajo manual en el gremio de los lampistas, una profesión que fundía los fundamentos tecnológicos de la electricidad y la fontanería en una visión global de la reparación, el diseño y la instalación de regatas y canalizaciones para la industria, las viviendas y los viales públicos.
El último de los itinerarios seguía la vía castrense. Un arduo camino sembrado de privaciones, sacrificios y penalidades cuyo único y diáfano objetivo era el de servir a la patria. Tenía la gran ventaja de poder elegir cualquier especialidad dentro de los tres bastiones sobre los que se sustentaba la defensa nacional y que eran los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire.
Juan Palomo eligió la milicia porque pensó que la marcialidad, la jerarquía y la disciplina impedirían la utilización jocosa del sempiterno soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como que lo había perseguido desde el día de su bautismo. Nada más alejado de la realidad. Doscientos cuarenta y tres voluntarios en formación de a seis le gritaron al unísono el manoseado soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como, todo ello durante la primera noche de retreta en el Regimiento de Artillería Mixta Número 92. La dolorosa rima asonante que hasta aquel momento había sido motivo de mortificación y martirio, se reveló en buena nueva y Juan Palomo se sumó al cachondeo general que provocaba tan burdo poema y decidió hacerse cocinero. Su intrépida carrera militar desfiló entre pucheros, cazuelas como plazas de toros y toques de fajina.
Juan Palomo puso tanto interés que logró transformar el tufillo a broma del sempiterno soniquete en vertiginoso ascenso desde los fogones más chusqueros hasta la organización del banquete del día de las Fuerzas Armadas con su Majestad y Tocayo Don Juan Carlos I como invitado especial. Juan Palomo llegó a la cumbre cuando el Capitán General de Todos los Ejércitos alabó el plato principal de la minuta que respondía al nombre de “Criadillas de toro de lidia guisadas a la manera del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como”
Las mieles del éxito no mermaron el carácter campechano de Juan Palomo que regresó sin más alharacas a las cocinas de rancho, tropa y campos de maniobras. Recorrió todos los destinos en los cuerpos de artillería, infantería y caballería del suelo patrio, viajó a lo largo del mundo en destacadas misiones de logística humanitaria y hortofrutícola, por todos los lugares por los que pasó dejó huella con su magnífica cocina y, cuando le llegó la hora del pase a la reserva activa, recibió la medalla al mérito culinario sin derecho a pensión y con un diploma de agradecimiento por los servicios prestados a nombre del Brigada Juan Palomo yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo regresó a su pueblo del que salió con el mote entre las piernas y al que volvía orgulloso con una vida de aventuras y mil historias por contar. Su llegada a La Flor de la Peña coincidió con el inicio de las Fiestas Patronales y el despilfarro colorista de guirnaldas, confeti y banderolas. Una olvidada algarabía de charanga se adueñó del reservista. Las canciones reverdecieron sus ánimos festivos en un pasacalles que desembocó en los medios de la Plaza Mayor, remozada a mayor gloria de los fondos de cohesión europea. El pilón de los siete caños había sido sustituido por una incomprensible escultura de alabastro, los remolques engalanados de los tractores intentaban transformar la cuadratura en albero y al cobijo de la balconada municipal una ristra de políticos corta cintas, inaugureitors de campaña y flamantes calvas de la recalificación.
El mayoral siguió una tradición no escrita y desencajonó la primera vaquilla antes de que el cohete de aviso despejara la plaza para lucimiento de toreros, maletillas y recortadores. Juan Palomo ni siquiera la vio, sólo escuchó los gritos agudos de una señora con peineta y el murmullo del uyuyuy justo antes de sentir un contundente topetazo en la retaguardia que lo envío de morros al suelo. El miedo electrificó un salto y desapareció a la carrera entre la algarabía general que empezó con el tradicional: “Salisteis a torear con tu hermano de pareja. Como no te acompañó te quedaste sin oreja” pero los más viejos del lugar no tardaron en reconocer al hijo pródigo y de inmediato recuperaron la antigua tonada del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo se instaló en la casa familiar y no regresó a la Plaza Mayor hasta pasado un año. Lo hizo en el más alto de los remolques que circunvalaban el ruedo presidido por el Ayuntamiento de nueva planta y que había jubilado al antiguo edificio municipal, se sentó sobre la tela listada a colores de una silla plegable y un murmullo premonitorio acompañó la suelta de la primera vaquilla desencajonada antes de lanzar el cohete de aviso para que chicos, chacos y charangueros desalojaran el soñado redondel. La res salió de estampida, corrió desbocada como si de un pollo sin cabeza se tratase, hizo caso omiso a los engaños que le mostraron los mozos, saltó sobre el remolque más engalanado con tanta precisión que fue a clavar la cornamenta en el trasero despavorido del ex cocinero. Juan Palomo desapareció a la carrera entre la algarabía general del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo no regresó a la Plaza Mayor durante todo el año y el día que comenzaron las Fiestas Patronales sacó la silla plegable a la puerta de su casa donde disrutó de la sombra de los plataneros, de la lectura de recetas de cocina y de la conversación de los escasos habitantes que no disfrutaban del espectáculo taurino.
Juan Palomo escuchó con indiferencia el pum del cohete de aviso hasta que unas voces lejanas aumentaron en volumen y doblaron la esquina en forma de risas premonitorias. Las pezuñas de la vaquilla resbalaron en zigzag sobre el empedrado con la puntería suficiente para estamparse contra el culo mosqueado del cocinero más brillante del Ejercito Español que desapareció entre la algarabía general del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como.
Juan Palomo huyó de su pueblo para darle esquinazo al sempiterno soniquete del yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como y, como todo hijo de vecino del la pedanía La Flor de la Peña, se planteó la mejor manera de enfrentarse a la tradición no escrita que encauzaba el futuro de los florepeñanos varones y mayores de edad hacía tres caminos posibles.

12 Comments:

At 20 marzo, 2007 10:10, Anonymous Anónimo said...

...que, a esas alturas de la vida, eran, a saber: 1) La residencia de la capital comarcal, regentada por las Madres Acaparatrices del Divino Verbo; 2) El piso del sobrino macarra y desahuciado en Zaragoza, a quien contribuye a mantener a cambio de una habitación propia, que ocupa poco porque se pasa la vida de viaje en viaje del Imserso; 3) El grupo de voluntarios de Intermón-Oxfam que atiende un comedor social en el que él, obviamente, se encarga de la cocina. (La tradición no estaba escrita porque la inaugura él, ¿no?).

 
At 20 marzo, 2007 10:37, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Inde.
:-)
Esta muy bien las tres opcinoes que le abres al bueno de Juan Palomo pero a mi me gustaría que la cosa continuara por otros derroteros más optimistas que la residencia, el sobrino y el comedor social. Por ejemplo, Benidorm, la compañía de alguna asistenta y los salones alfombrados de Capitanía General dónde, como dices muy bien, se encargaría de los almuerzos y otras delicatesen. Pero sólo son un ejemplo :-)
Salu2 Córneos.

 
At 20 marzo, 2007 14:20, Anonymous Anónimo said...

Si,si ¡pobre hombre! merece que se lo lleven a Benidorm sin falta, y le pongan un chiringuito cerca de la playa donde dar de comer a todo el centro de juventudes, y se jubile al amparo de alguna permanentada guapetona y sonriente....porfa

 
At 20 marzo, 2007 17:01, Blogger Gubia said...

Vaya vida más complicada la de este señor. Y digo yo que porque no se viene para Palencia, aqui en mi pueblo que es muy tranquilo no soltamos vaquillas más que en las fiestas y todo dentro de una plaza de toros muy maja y así está fuera de peligro.
Que venga y se anime a ir a jugar a las cartas al "hogar del jubilado" y a bailar los jueves y con un poco de suerte olvide tanto quebradero de cabeza en su pueblo no? pues nada, que venga aquí que lo recibimos como se merece.
Un saludo

 
At 21 marzo, 2007 00:51, Anonymous Anónimo said...

Vale, yo no le auguraba final tristón salvo con las madres acaparatrices. Lo de los viajes del Imserso enlaza perfectamente con Benidorm. Pero, por favor: de allí, que se pille un barco a Ibiza; estuve este verano en la ínclita perla alicantina y salí por patas... Además, por esos pueblos de por allá me parece que tienen la costumbre de soltar las vaquillas por la playa, así que más le vale a nuestro Juan Palomo buscarse un pago más seguro para sus corneadas posaderas...

 
At 21 marzo, 2007 10:47, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Lamima

La jubilada con permanente y supongo que rubia le vendría muy bien a Juan Palomo.
¿Centro de juventudes? Eso suena a cuando las jubiladas no se hacían la permanente ;-)

Salu2 Córneos

 
At 21 marzo, 2007 10:49, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Gubia.

Juan Palomo ya estuvo en Palencia en no-me-acuerdo-el-nombre-del-cuartel pero estoy seguro que el encantará tú invitacion y pronto lo verás bailando con la marcialidad que procede en esos jueves palentinos.

Salu2 Córneos.

 
At 21 marzo, 2007 10:51, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Inde.

Las madres acaparatrices me temo que se merecen un relato aparte ;-)
Si es cierto lo de las vaquillas marineras. Me temo que en ese asunto veraniego Juan Palomo lo tiene crudo, para no cruzarse con astado en verano debería irse al extranjero y poner a salvo sus posaderas.

:-)

Salu2 Córneos

 
At 22 marzo, 2007 22:09, Blogger Paula said...

Ay qué cruz, y todo por llamarse así.

¿Y si le cambias el nombre al personaje?

¿Y si le llamas Juan gorrión? ¿qué sería de él?

¿y de nosotros? ¿qué sería de nosotros?
¿Cómo cambiaría el curso de la historia el hecho de que Juan Palomo dejara de existir? ¿eh?

¿EH?

 
At 22 marzo, 2007 23:01, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Paula.

Hay nombres peores y peores vecinos.

En realidad el nombre del personaje es lo que he cambiado de esa historia. Funcionaría igual pero tendría que buscar algún motivo para irse de casa, porque ese fue el motivo del relato: Si te vas por los demás... nunca acabas de irte... siempre volverás a irte. Los otros nunca debe ser la razón para marchar.

Juan Gorrión no, pero tengo una historia con el tío gorrión y su burro hacía los huertos enfrente del Pozo del Sur, los... pero eso es otra historia.

Nosotros deberíamos aprender que los motes y las cancioncillas jocosas casi siempre lo son para nosotros pero deberíamos preguntar al bautizado.

Si Juan Palomo no existiera la gastronomía se perdería su expléndodo plato de criadillas de toro, una receta que se guarda como un tesoro en vete a saber el lugar porque las vaquillas, al fin y al cabo, siempre acaban por cornear a alguien.

Salu2 Córneos.

 
At 23 marzo, 2007 03:14, Blogger Cleo said...

Qué sabrosa historia!!!

Te prometo que leerla ha venido a alegrarme un día más bien amargo.

Claro que pobre Juan....no poder librarse del soniquete...como dice la canción..."si naciste pa martillo, del cielo te caen los clavos"

O las patadas en la raja, en este caso.

Un abrazo grandotote para ti,

La Reina del Nilo anecdótica.



PD: Si te queda la duda, patadas en la raja es el nombre coloquial con que conocemos por aquí los puntapiés en el culo. ;)

 
At 23 marzo, 2007 23:42, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Cleo, mi Reina.

Me alegro que este relato te haya alegrado el día.

Inmensa letra la canción de "Pedro Navaja" que de ese tema ya hemos hablado otras veces ;-)

Recojo el abrazo real y en fin, me había imaginado que la raja llevaba al culo que en el caso del relato no es anécdota.

Salu2 Córneos.

 

Publicar un comentario

<< Home