La curvatura de la córnea

03 agosto 2008

Diana Krall

Lo primero fueron sus zapatos. Quince centímetros de finísimo tacón negro, un tirante atrapando sus dedos, otro tras el sugerente talón y un par de vueltas a los tobillos que recibían sus largos dedos de pianista. Sentada sobre cuero, las piernas desnudas hasta la mitad del muslo escapaban del vestido negro. El póster era gigantesco y a mi no me quedó más remedio que comprar “The look of love”. Dentro del cuadernillo descubrí la profunda sinuosidad de sus pechos y la tersa piel antesala de todos los secretos. Con las primeras notas de “S´Wonderful” todo estaba olvidado y desde entonces sueño con las notas brillantes de su piano y la caricia de su voz.
El aforo del Anfiteatro 43 estaba al completo en la parte del graderío y más de la mitad de la zona de pie. Reconozco que temí a esa turba de charlatanes que suelen poblar los conciertos pero también es cierto que hubo mucho más silencio entre el público del que me esperaba.
Estuve toda la tarde soñándola con traje largo pero apareció con vaqueros y camisa. La decepción me duró hasta que sus yemas pulsaron las teclas el piano. Diana Krall se presentó en Zaragoza con formación de cuarteto que, además de su piano, estaba compuesta por guitarra, bajo y batería. La música fluyó como estoy acostumbrado a escuchar en sus discos; aterciopeladas baladas que rebosan elegancia, ritmo potente pero sin estridencias, fluidez, calma y delicadeza, todo a su tiempo. Un tiempo que estiró y encogió con la maestría del talento, lo hizo cuando un ligero cierzo veraniego agitó en exceso la partitura, lo relentizó hasta detener una maravillosa versión de “I have got you under my skin” porque los fuegos artificiales de vaya a saber usted dónde interrumpieron las sugerentes notas de su voz, tanto se sorprendió del inesperado suceso que mostró su asombro al comprobar como una canción de amor era capaz de producir fuego. Diana Krall entregada sobre el teclado, suavecito, el respetable hipnotizado, uno de esos momentos mágicos que fue destrozado por la chapuza de la noche, del milenio: La ExpoMegafonía anunció la cabalgata de media noche, y Diana tuvo que volver a parar y preguntarse What´s saying? o algo parecido.
Ovación de gala, una canción de regalo y tras noventa minutos de reloj se nos fue con la misma elegancia, sencillez y optimismo con la que había llegado. Las gradas seguían llenas y yo tenía las palmas de las manos rojas de tanto aplaudir. Un concierto impecable.

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4 Comments:

At 04 agosto, 2008 15:41, Anonymous Anónimo said...

Que elegante es, y que voz...aunque a veces me suena un poco fría no sé.
Será la envidia cochina que me hiela el cuerpo ¡arg!
Bueno saber que esta gente suena igual de bien (o mejor) en directo.

 
At 05 agosto, 2008 08:53, Blogger Fernando said...

fue un gran recital...y el domingo también.

abrazos

f.

 
At 05 agosto, 2008 17:20, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Lamima

Es cierto que a veces parece fría, pero no lo es, el directo no lo fue. A mi me parece que esa unión de voz y piano la tienen tan ocupada que... en fin me da vergÜenza opinar. ES una fuera de serie y ya esta.

;-))


Salu2 Córneos.

 
At 05 agosto, 2008 17:23, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Fernando.

çSi "el domingo también" se refiere a Dulce Estrella, dios mio. Creo que tardaré mucho tiempo en ver algo mejor.
Me da pena que tenga el ordenador fuera de servicio, me hubiera gustado escribir una línea sobre ese concierto algo así como: Una manada de paletos recibio con pitos a los catorce músicos vestidos de blanco. Los mismos que se rindieron ante el poderió de Dulce y de Estrella, dos factores que unidos dan un producto de altos vuelos.

Salu2 Córneos y un abrazo

PD, De Gamoneda no me atrevo a hablar.

 

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