La curvatura de la córnea

26 noviembre 2009

María Estuardo



Las compañías La Fundición de Sevilla y Tranvía Teatro de Zaragoza aúnan sus energías para llevar a escena “María Estuardo”, un texto que Friedrich Schiller escribió en el siglo XVIII sobre una trama histórica acontecida en la Inglaterra del siglo XVI. Quinientos años para darnos cuenta que en los asuntos del poder casi nada ha cambiado. La vigencia del texto es apabullante y cuenta con la marca indiscutible que acuña la buena literatura: Su capacidad para ser contemporánea.
El texto es un análisis del poder y de quien lo ejerce, una radiografía de cómo los asuntos de estado, además de ceñirse a las restricciones jurídicas del derecho, caminan por recovecos políticos, nieblas de poder, silencios interesados, traiciones amorosas y sendas muy alejadas de los principios legales. Una muestra de cómo el comportamiento de los poderosos esta influido por intereses propios, demagogias, o preocupaciones inmediatas para el mantenimiento del poder. En María Estuardo también se habla de la pena de muerte, de la responsabilidad de nuestras decisiones, de caprichos, veleidades y tentaciones que acechan al poderoso, de la dificultad para manejar los asuntos colectivos cuando las convicciones se mueven al albur de los vientos del pueblo, que aplaude o abuchea con la veleidad de los ganados, y en esto tampoco parece que haya pasado el tiempo.
“María Estuardo” cuenta con una escenografía inteligente y muy atractiva. La línea roja del poder cruza la escena y se sale de ella para abocarse sobre el patio de butacas, una línea por la que sólo deambulan aquellos que tienen la potestad de decidir. Al fondo, a modo de tapiz, una pantalla gigante nos sirve de guía para situar las acciones. Un apetitoso recurso visual para cada una de las escenas y su entorno: El Gran Hermano que vigila al pueblo, los servicios de espionaje husmeando las alcantarillas del poder, los salones de palacio, los aposentos privados, el campo, la tormenta, el drama de la muerte, la representación teatral en primer plano cinematográfico y la cámara de un reportero de la televisión postmoderna tan preocupada de acercarnos la realidad hasta la córnea reposada sobre nuestro sillón de espectador.
“María Estuardo” es un teatro de texto, tiradas extensas dónde los personajes desgranan ideas, dibujan piruetas dialécticas y exhiben sin pudor la brillantez de su pensamiento. Un lago de expresividad oral subrayado por eficaces paisajes musicales, y por el que se deslizan sencillas coreografías que alivian riñas, acentúan coqueteos y perfilan el drama que se avecina.
El trabajo actoral es excelente. La expresión lingüística llena de matices cada uno de los personajes, los dota de personalidad propia, de respiración. La energía en cada frase y la perfecta traslación de los sentimientos se produce gracias a la asunción de roles conocidos e identificables, los cimientos imprescindibles para construir una estrecha relación entre el escenario y la platea. En este punto tengo que destacar a Cristina Yáñez en el papel de Isabel, Reina de Inglaterra. La actriz lució un amplio catálogo de registros interpretativos con los que dotó de credibilidad la compleja evolución que su personaje sufre en escena.
“María Estuardo” es un drama que nos habla del poder con mayúsculas, aunque tal vez sea un buen ejercicio trasladar todas las reflexiones que nos propone la obra a la realidad de cada uno de nosotros, dar un paso, ir más allá del juicio de valores que se plantea a la alta política de estado. La representación “María Estuardo” es una buena excusa para pensar sobre cada uno de nosotros, sobre nuestra pequeña y cotidiana parcela de poder porque, como dice Pedro Álvarez-Osorio, director de la obra, en el folleto de mano “El poder determina, altera y dirige los comportamientos humanos más que el tiempo en el que se desarrollan”
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Teatro Principal de Zaragoza
Funciones
Jueves 26: 21.00h
Viernes 27: 22.00h
Sábado 28: 19.00h y 22.00h
Domingo 29: 19.00h
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