La curvatura de la córnea

31 enero 2010

Donde nacen los sueños


¿Quién no ha soñado con llegar a la luna? Luna llena de enero. La luna más bonita del año en el cielo frío de cierzo zaragozano. La misma luna que conquistaron los versos de un poema o en las lágrimas del amor.
El Dúo Karajan de acróbatas presentó ayer en el Teatro de la Estación “Donde nacen los sueños” Un espectáculo para lunáticos, una invitación para soñar con una senda que nos lleve hasta la luna a caballo de la danza, el circo y la acrobacia.
Sofía solo pensaba en jugar con su muñeco de trapo. La curiosidad llevó sus pasos de danza hasta los brazos de un trapecio. El divertido vaivén de caricia aérea derivó en obstáculo infranqueable. Sofía no pudo alcanzar su sueño y se durmió agotada por el esfuerzo. Recostadita en su cama soñó con una caja misteriosa de la que surgieron personajes cuyo único propósito era alcanzar la luna. Sofía les dijo que el camino más corto para llegar a la luna pasaba por las estrellas que tintineaban caprichosas a ritmo de salsa. Las estrellas estaban al otro lado de una cuerda. Uno de los acompañantes de Sofía trepó por ella. Subió y subió hasta llegar a la cúspide del cielo y tocar la más grande de ellas. En lo alto del firmamento comprobó que el único camino para llegar hasta la luna pasaba por un aro, el círculo mágico dónde los viajeros bailaron selenitas hasta que prendió el amor. Sofía había dejado de ser una niña para convertirse en mariposa de la noche y dicen que desde entonces, se la puede ver revolotear en el mundo de los sueños.
Los acróbatas son etéreos en la pista del circo, suspendidos en la lejanía sobrevuelan nuestra imaginación. Sin embargo, el Dúo Karajan ascendió a los cielos muy cerquita del público, tan cerca que en alguno de sus vaivenes se les podía tocar con la punta de los dedos. Esa proximidad a sus ejercicios nos regaló la percepción orgánica del esfuerzo físico transformado en belleza. La respiración de los artistas formó parte de la liturgia. El sonido que producía el roce de las cuerdas con las ropas de los acróbatas fue una banda sonora poco habitual. Esos detalles de cercanía conformaron la sangre del espectáculo, un manantial que conectó las filigranas gimnásticas de los acróbatas con un mundo onírico que se desarrollaba a la distancia de un latido. Ayer sentí de nuevo el gratificante pálpito de un corazón infantil.




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29 enero 2010

Parajes solitarios

Me dispuse en posición melancólica, solo frente al monitor y el modo de vida inorgánico tutelado por el teclado y un ratón. Un sistema al que mi atrevimiento otorgaba en don de la eternidad. Vivir y morir eran términos ignorados en estos parajes solitarios y públicos. La vida como una disciplina pixelada. El esfuerzo mínimo de mis dedos paseándose sobre las letras. Todos los instantes al alcance de la mano mientras el viento azotaba la ciudad del cierzo. Escribir y morir eran parte del mismo ritual. Un ritual que sólo he comprendido cuando los datos de los últimos años han desaparecido delante de mis ojos. Solo entonces he sido consciente de la debacle. Mi memoria destruida en segundos. Setenta gigas que resumían la arquitectura de mi vida: Sonrisas jpg y el sabor pasajero del mar, como casi todo, un leve aliento en forma de archivo. He perdido la forma de todo lo que quiero.
Los técnicos en informática me han devuelto una caja negra que no pesa nada, un espacio vacío que respira su aliento irreconocible. Rastreo sus poros que son páramo, tanta esterilidad me abruma.
Alzo la vista en señal de rebeldía contra el destino, afirmo el pulso y tecleo a mano, como si la punta de mis dedos almacenara la tinta del talento, las letras que componen la primera huella para este nuevo lugar.

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26 enero 2010

El Blog de Inde en Tardes de Blog

Fotografía de Migue


Cuando invité a Marisancho Menjón a las Tardes de Blog tenía previsto una conversación en torno a la realidad. Una realidad por la que Inde bucea para regresar a la superficie y contarnos lo que ha visto —cito a Antón Castro — “con humor, ironía y algún que otro puñado de sal” Los temas en torno al agua, los pantanos y el desarrollo sostenible serían la pieza angular de la charla.
Marta Navarro (
entrenómadas) colgó un post con el currículo de Marisancho en el que se detallaban todos sus trabajos y publicaciones. Ese era otro camino posible para nuestra cita. Tantas idas y venidas alrededor de los libros era una ruta que se presentaba apasionante. El mundo de la edición, la coordinación, escritora de casi todo y solapera en Barcelona para el Círculo de Lectores.
Hace un par de semanas quedé con Marisancho en La Imperial, una cafetería junto a las murallas romanas. Llegué con mucha antelación, es una manía para aclimatarme al ambiente. Me senté en un taburete y puse sobre la barra el texto de “La Venganza de Don Mendo” Inde llegó puntual y, cuanto vio la caricatura de la tragedia entre mis manos, recitó de carrerilla los versos que Muñoz Seca escribió sobre el juego de las siete y media.
Luego hablamos de títeres, de actores y la edición. De revistas y pantanos, de Tauste y del amor. Tornaron las tortas para esta charla, que dejó de ser cita para ser devoción. Y hoy prefiero que Marisancho de su faceta divulgadora se olvide, y nos hable largo y ancho de la mujer que con ella vive. De niñez, padres e hijos. De la abuela, la tía y las santeras. De la Hermita del Santo Sepulcro, la Virgen de Sancho Abarca, de esquiladores, paletos, urbanitas y el viaje hacia la parca.





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25 enero 2010

Cientos Cantarines Cuentos, de Cristina Verbena


Fotografía de Marta Marco


Cristina Verbena — a la que mi sobrina Ahinoa llama berenjena porque es tan pequeña aún no ha estado en una verbena, — llegó a las tablas del Teatro de la Estación cantando. La tonada tenía aires del báltico. La voz de la cuentera traía ese nosequé de quien tiene corazón para dar y regalar tantos sueños como los que cogen en tres cajas.
Tres cajas de madera sin adornos ni alharacas, tres cajas de verbena en verbena, tres cajas del tesoro y érase una vez un cuento de una vieja. Vieja revieja, negra como la pez, boquita, miedo y un tobogán con misterio. Un barco marinero con orondo capitán, que navegando navegando va salando la mar. El barbudo marinero tiene la panza gigante y un calzoncillo que le tapa lo de delante. Joaquín cazaba monstruos con la luz de su linterna, y con ellos pasaba la noche roncando a pierna suelta. Todo el mundo sabe que el señor Martín debajo de un botón tiene un ratón muy chiquitin, pero la Verbena, por ser más resalada, cantaba la canción y daba un acelerón cuando menos te lo esperabas. Cristina con las botas de pisar los charcos, saltaba y salpicaba los barcos. Barquitos de cáscara de nuez navegando sobre un pez que tarareaba en francés. Y Andrés y Juliana con camisón y pijama zumbando escapaban del zumbido zumbón de un mosquito zumbero. María Chucena no escapaba de nadie pero movía la lengua con tanta rapidez y encanto, que todos los presentes sus lenguas terminaban enredando. Cinco lobitos detrás de una escoba y María Sarmiento se fue a cagar y se la llevó el viento.
Cristina Verbena con su pelo granate ensortijado en bucles de mar, ojillos petazeta con chispitas de luz y la sonrisa travesera de niña traviesa, esas niñas listas, siempre dispuestas a recorrer el mundo con las orejas abiertas y tres cajas en las que apilar historias de aquí y de allá. La cuentera nos regaló un final con tres besos recostadicos al cobijo de las estrellas y un retahíla de regalos para llevarnos a casa junto al recuerdo de quien hace del oficio de contar una cuestión orgánica. Porque Cristina, además de adaptar la voz a los vaivenes de sus historias, juega con los brazos, nos regala su cuerpo en movimiento, los pasos de sus pies, las palmas de sus manos, el aire que respira afinado en canción, tonada que viene de la tierra, de las entrañas del hombre sentado a la lumbre, la vida por delante y toda una noche para soñar con cuentos, historias que nos elevan del suelo y la desgracia. Volar hasta la patria de la infancia, el único sitio dónde alguna vez fuimos felices.

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24 enero 2010

“Palabras de Miguel” de la Nona Teatro


La librería El Pequeño Teatro de los Libros — dentro del ciclo de cuenta cuentos coordinado por Cristina Verbena bajo el título “Como iba contando…” y orientado para público adulto y juvenil — presentó “Palabras de Miguel” de la compañía ilicitana “La Nona Teatro”.
“Palabras de Miguel” es un homenaje a Miguel Hernández construido con las palabras del poeta, palabras íntimas, palabras escritas para Josefina Manresa novia, esposa y madre. La Nona Teatro construye un texto con fragmentos de las cartas que Miguel escribió a lo largo de su vida. Un trayecto que nos muestra la explosión del amor incipiente, el frente de guerra, la cárcel y la muerte. Cuatro estaciones como vía crucis. El romanticismo del novio y una voz ingeniosa, llena de vida, sinuosas carcajadas, explosión de ingenio. El principio de la Guerra Civil y la querencia del esposo por la casa y los brazos de su amada. La detención del poeta, su periplo por diversas cárceles y el amor del padre hacía unos hijos que no puede disfrutar. La muerte llega precedida por una sentencia capital a la que sólo vence la tuberculosis, y su cuerpo envuelto en un sudario agitado por la ignominia de una carreta por los oscuros caminos de España.
El espectáculo tiene la sobriedad de la palabra y los dedos de José Galiana al piano para acompañar algunos versos hechos canción. Esta configuración deja en primer plano las cartas de Miguel Hernandez. Un acierto que se torna sobresaliente gracias a la excelente exposición del narrador. José Manuel Garzón ajusta su voz sin estridencias y con hondura, inflexiones que nos transmiten felicidad, preocupación y angustia, y lo hace con la sutileza que requiere la intimidad del material narrativo que tiene entre manos. Tanta finura no es obstáculo para mantener la tensión de una historia de la que ya sabemos su final, un crescendo que culmina con la lectura de la lista que la administración elabora con los objetos personales del reo, ya muerto.
“Palabras para Miguel” nos invita a un recorrido desde la floritura del amor hasta la desolación de una mujer y un hijo amarrados a los barrotes de una reja, con la injusticia de por medio y unos metros más allá otra reja de la que cuelgan los despojos exhaustos del padre y esposo, del poeta. Un viaje guiado por el excelente trabajo de un actor y un músico que regalaron sentimientos y vibraciones como hacer brotar las lágrimas a quien esto escribe.




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22 enero 2010

Casi ha ocurrido

Estaba tranquilo. Había leído el texto por la mañana, sólo una vez. Lo dejé fluir de la mente hasta las puntas de los dedos. Olvidé la presuntuosa intención de transformar mi cuerpo en el cuerpo de un hombre mayor. Esa mecánica me despistaba de las sensaciones. No, no tengo todavía la capacidad camaleónica de transmitir con el movimiento la misma intensidad que guardan las palabras. Palabras de Shakespeare, palabras mayores.
Estaba relajado y dejé fluir el texto. Me asusté cuando tenía que jugar con las inflexiones, temí perder el hilo, por eso ahí, donde quiero danzar entre las frases, estuve monótono. Pero acerté en las pausas, en la intensidad de las emociones, ¡y por fin en los gestos! Gestos que ya no eran prestados, eran míos, del fondo del alma.
Hoy he terminado muy contento el ensayo. Es la primera vez que siento la posibilidad de hacerlo bien, casi tanto como Al Pacino:

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19 enero 2010

Contaminación Navideña, un cuento de Paula Herrero Feria

La librería El Pequeño Teatro de los Libros convocó el pasado mes de diciembre el II Certamen de Cuentos Navideños “Charles Dickens”.

El jurado compuesto por los poetas Ignacio Escuín y Almudena Vidaurreta premió, en categoría infantil hasta 12 años, el cuento titulado “Contaminación Navideña” de la autora Paula Herrero Feria de nueve años. El jurado destacó la originalidad de la historia y puso especial énfasis en la ausencia de faltas de ortografía.

La dotación del premio consistió en un lote de libros que la librera Carolina Peláez entregó a la ganadora.


Contaminación Navideña

Un día en un planeta que no salía el sol unos habitantes desolados contemplaban el cielo oscuro.
Este lugar es ¡LA TIERRA!
Aquí la contaminación arrasaba, no había alegría ni hasta hoy uno de diciembre el comienzo del mes de festejos.
Mientras tanto en el mundo Idomis unos alienígenas decidieron irse de viaje por el universo. Miraron muchos lugares como Marte, Venus, Mercurio…
Hasta que les llamó la atención la Tierra, así una vez decididos la visitaron.
Una vez allí se sorprendieron de no ver a nadie feliz ni tampoco ver el sol. Como no les gustaba nada de la actual Tierra.
Y como son muy manitas se construyeron una casita y conocieron a una niña que no había perdido la esperanza de la Navidad y les ayudó a quitar toda la contaminación con una aspiradora gigante de su nave.
La Tierra volvió a ser la misma, los alienígenas fueron reyes y toda la Navidad se celebró a lo grande. La niña como era huérfana la recogieron los alienígenas y la Navidad siempre es lo mejor. La Tierra se salvó gracias al Espíritu de la Navidad.

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17 enero 2010

El Blog de Inde

Marisancho será la próxima invitada a las XI Tardes de Blog.
Una conversación para navegar por el agua de la vida.
No te lo pierdas

sábado 23 de enero a las 18:00 horas

El Pequeño Teatro de los Libros
C/ Silvestre Pérez 21
Las Fuentes
Zaragoza

Autobuses: 22, 24, 30, 44, Ci1 y Ci2
Parada Bizi: 36

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14 enero 2010

Sweet de J

El cuarentón que soñaba con un traje de superhéroe se ha disfrazado. Caracolillos de alopecia. Criptonita circular. Falso, dulce, educado ha cantado canciones que no sabía. Ha movido los labios en silencio. Palabras inconexas. Una letra ha saltado al vacío. Falso, dulce, educado ha olvidado su alma de popero. Ha cambiado la melodía. Ha simulado adicción en el karaoke del amor. Falso, dulce, educado ha maquillado su perfil. Ha depilado sus cejas en un todo a cien. Ha falseado la felicidad facebok. Podredumbre moral.
Falso, dulce, educado se ha vestido de ovejita. Nicotina del miedo. Gemiditos new wave. Las pibitas del amanecer han bebido del neón de las pistas, han ceñido la cintura de los poetas urbanos y han roto corazones. Morenas de tirabuzón. Falso, dulce, educado ha maldecido su grasa proletaria. Michelines como faralaes de feria. El sobrepeso postmoderno ha cambiado su vida. Falso, dulce, educado lo sabe. La noche ha terminado sin labios, sin rima. Seguro a todo riesgo. Vómitos de luz tras los túneles. El GPS se ha perdido, como la amistad. Falso, dulce, educado ha olvidado el pendrive de los grandes éxitos y escucha Sweet Jane en una radio fórmula.

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12 enero 2010

“Habrá una vez un hombre libre”, un libro de Ignacio Escuín

“Habrá una vez un hombre libre” esta dividido en dos parte y en esta crónica hablaremos sólo de la primera de ellas. Ignacio Escuín busca una salida, anhela la luz de lo diáfano, quiere huir de la oscuridad tanto en los versos como en la vida. La luz de Lisboa es el faro que le ayuda a enfrentarse a una de esas noches de hospitales, perros y gansos. La voz del poeta busca la verdad, un viaje interior a través de las calles que recorre envueltas en las nieblas de la soledad, calles de una ciudad inmortal e infinita, “la ciudad del viento atroz” Sin embargo, “Las manos” el primer poema que leí de este libro es un remanso, “un lugar en el que descansar” El sitio donde reposa en guerrero de los “rasguños de la vida” Un alto en el camino para reconocer la soledad del que esta sólo, la cobardía del hombre ajeno a lo estrafalario del mundo, la conciencia de ser y el sueño de “que un día habrá un hombre libre”.


Habrá una vez un hombre libre parece el título de una canción de Bunbury.


TRÁNSITOS


El conflicto entre las leyes físicas y un hombre que se siente poeta con sólo buscar Lisboa en el corazón mientras, sentadito en una hamaca de hospital sueña como sueña el enfermo. Son sueños distintos. Mientras el poeta recordaba las sutilizas de unas vecinitas de cuerpos, pechos y nalgas, el enfermo luchaba por su propia vida. Vivía el instante de vivir y lo hacía con el valor de los perros agitados por el santiamén único de un presente rabioso donde “soportar el peso, el peso del aire” Pero la vida era un tránsito mucho más complejo para el poeta que para un perro. El poeta tenía proyectos por cumplir “Escribir una novela, vivir de la poesía, viajar al interior de cada mujer que se cruza en mi camino”, el reto de encontrar a una hembra que no se transforme en su madre y una pareja a la que atarse. La nueva Eva cambió el itinerario por un regazo, unos ojos y la fertilidad para dar vida, muerte y placer. Pero tanta felicidad caducó de manera inevitable y dejó paso al “paisaje para después de una ruptura”, un lugar donde la soledad asusta. Era el final del viaje, un viaje que cambió la voz del poeta, su valor y el límite donde habitaban “tinieblas en los versos” capaces de hacer una “declaración confusa de intenciones”: “No volveré a escribir poesía oscura” “No más versos oscuros ni en este papel ni en mi vida ni en mi cama” “Guárdate los besos para otro”


LUCES DE LA CIUDAD


El camino del poeta dejó la ciudad. “Viento atroz” a la espalda y en el horizonte una “capital city”, fría y devoradora, la urbe que envejece. Regresó tan afable que lo cotidiano dejó de ser molesto. La “niebla cerrada” era el guardián de las luces de la ciudad, “luces inmortales e infinitas”. La nueva mirada sobre la ciudad disparó el recuerdo hasta el epílogo de unas Fiestas del Pilar, un concierto de niebla espesa, dos lágrimas y “tu cuerpo y el mío”. Volver a “viento atroz” calmó la añoranza y “una ciudad que iluminada resulta no occidental” El poeta certificó como la noche cambia la latitud de la ciudad. El regreso se produjo pero “viento atroz” ya nunca será la misma.


CUERPOS DÉBILES


Algunos animales sólo viven el tiempo de una estación. El poeta, como esos animales, no dejó lugar para los recuerdos. Si acaso para la equivocación de “cuerpos ínfimos”, “frágiles como el vidrio”, vida de “hombres débiles”, “sin elección y sin ansias”. Voces sin pasado.
El advenimiento del albedrío transitó por la página cuarenta y cuatro y despertó la voz poética en las estaciones de la vida, “entre la obligación y la alegría del hombre libre”. La providencia de elegir, que los errores y los aciertos sean el fruto de decisiones propias exentas de “excusas ajenas”: “Tardes de nostalgia”, “noches frente al televisor”, “mañanas de cocina” fueron terrenos para construir “el poema más complejo” de versos escritos por una dependienta de Zara en una tarde de viernes, cuando los clientes sólo veían la salida del túnel “en los ojos de quienes nos atienden.” Musas de Centro Comercial que atesoraban las respuestas a “un sábado más de radio, café y libros”
La esperanza del poeta duró poco, el tiempo justo para comprobar como la decepción lo acompañaba allá por dónde iba. Vivió tras el cristal que, como barricada, lo separó del mundo y lo atrapó en “el poder observar sin ser vistos, sin que nada nos toque”, “días en los que parece que el mundo se ha detenido” entre la niebla. La niebla disolvió la realidad del escenario perfecto para “el crimen” “como la mayor tentación de tu nueva vida”, sin embargo, el desvarío hacía posturas criminales en las que saborear la gloria y el respeto duró poco, una breve ilusión que no desvió al poeta de la senda teledirigida hacía “la decepción” de la obra inacabada y el ruego para que “alguien termine mis versos”, al fin y al cabo, los cuerpos débiles no somos más que la mitad de un hombre.

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09 enero 2010

En este corazón donde hace frío*

Recojo el silencio de todo un día de televisión. La realidad disuelta. Ahogado en el laberinto. Congelado en la pausa. El mando a distancia sin pilas. La vida sin pilas. Sólo me queda el teclado. Cortocircuito de ácaros. En la planta del pie he encontrado mi fecha de caducidad. Conservar el lugar fresco. Abro la ventana. Hace frío. El hombre del tiempo dice que mañana va a nevar. Demasiado romántico para estos tiempos. Tiempo de silencio.


Ahora que viene el frío siento la querencia del sur. El sur de dónde yo vengo es un lugar con estufa y cocinilla de carbón; carámbanos en las tejas de los pajares y una bolsa de agua caliente entre las sábanas.
Me pregunto por mi madre. Por el número de veces que me mandó llenar el cubo de carbón. Quinientos kilos de carbón almacenados en el corral, en la Corte abandonada por los cerdos. Los cerdos dejaron mi casa cuando nací y ya no regresaron. Un cambio injusto, lo se.
Me pregunto por cuantos centímetros medía el mayor de los carámbanos. Carámbanos con forma de cucurucho y sabores a teja, caliza y azufre.
Me pregunto por cuantos centímetros cúbicos de agua caliente caben en una bolsa para calentar la cama de un zagal que se mecía en sueños de mulatas tropicales a ritmo de merengue y guaguancó.
Todas esas respuestas faltan a mi lado ahora que no quiero dormir porque sueño con niños abrigados. Las marionetas duermen en el fondo del armario temerosas del frío que entra por el balcón, se esconde bajo las mantas, pisotea el suelo y se escapa por el extractor oxidado entre vahos de sopas. Sopas con fideos finos, la yema de un huevo batido y un pellizco de Jerez.
Y aunque ya no pueda ir, el sur existe. A esa esperanza me aferro ahora que el cierzo azota la ciudad y las dudas me obligan a caminar inclinado, a punto de caerme en la siguiente esquina. Levanto el cuello del abrigo con la fe de los enfermos que, hambrientos de futuro, sólo son capaces de mirar al pasado en busca del milagro.
El milagro sería la nieve junto a este río marrón y mancillar el manto blanco de todos los campos, dejar mis huellas sobre las aceras, revolcarme en la noche y regresar a casa, allí donde el silencio anida, igual de solitario pero vivo.

* El título son dos versos de Luís García Montero

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06 enero 2010

Happy Christmas Exit II

y para celebrar que la niebla ha dejado paso al sol, revuelvo mis recuerdos y los desperdigo sobre la cama. Los indios y los vaqueros del Far West, las piezas del Exin Castillos, dos revólveres, la placa de sheriff y un cubo de carbón. Persigo un mundo viejo. El desorden sentimental puebla la habitación, escapa por la ventana y atraviesa el barrio en llamas.
Una banda de chavales quema los contenedores de basura. Los amarillos para el plástico, los verdes para el vidrio y los azules para el papel. En todos ellos han quedado restos de comida, cava y felicidad.
Ya no llueve y los reporteros de la televisión han vuelto a sus casas. En el balcón, junto a la colada con la ropa del trabajo, dejo una copita de anís, un vaso de agua y un poco de azúcar. Hoy me iré pronto a dormir. Esta noche, aunque este año no he escrito mi carta, van a venir los Reyes Magos.

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04 enero 2010

Happy Christmas Exit


La lluvia de la fábrica me acompañó hasta la puerta del garaje. El Arco Iris se había diluido en las sombras y la felicidad se resumía en un juego de llaves.
El C4, tres rayas y siete pisos en ascensor. Tiempo suficiente para mirarme en el espejo y comprobar que ya no soy yo, que no volveré a ser yo.
Esta mañana he cambiado la funda del edredón pero la tristeza aún no se ha ido. Lo noto en la resistencia de la cerradura. El calor no es de hogar. Dorada recalentada del día de Navidad. La tele habla de rebajas y la cuesta de Enero suena a expresión de otros tiempos. Mañana vienen los Reyes Magos, mi última oportunidad para regresar a la infancia y ser feliz.

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03 enero 2010

Saber perder, una novela de David Trueba


David Trueba vino hasta Zaragoza para presentar esta novela. Fue durante los primeros días del mes de febrero del 2008. El evento transcurrió en la librería Los Portadores de Sueños y los reclamos eran muy importantes. El primero de ellos era el autor, un tipo brillante, con la chispa inteligente en la mirada y una medio sonrisa que siempre esconde algo interesante que decir. El segundo era Luís Alegre y su afición a cantarse una copla mañanera en el lugar más insospechado. La tercera era Pep Guardiola.
Compré el libro con el propósito de regalarlo para San Valentín, la fila para la firma del autor era tan abundante que opté por evitarla, me acerqué hasta Guardiola pero, ya ven ustedes, no me atreví a pedirle al mito que firmara aquellas páginas, me conformé con el recuerdo imborrable de un pase preciso de más de treinta metros y la incompresible precisión de un GPS balompédico.
Guardiola era entonces el entrenador del Barcelona B, en la temporada siguiente se hizo cargo del primer equipo y durante el año pasado logró lo nunca visto. La conjunción de un juego vistoso que enamora a todos los aficionados sin distinción de colores, y una cadena de resultados que ha puesto a su equipo a la cabeza del planeta futbolístico mundial con un record de los que hace historia: Seis títulos en las seis competiciones en las que han participado. El sueño de un equipo ganador que se ha forjado entre delicias tácticas y una excelente gestión emocional que, entre otras muchas cosas, incluía la lectura de “Saber perder” El entrenador de moda en el fútbol mundial recomendó a sus jugadores esta novela que se interna en la vida de quienes tienen todas las papeletas para perder el partido.
El libro interesó a quien iba destinado y desde entonces ha estado vagando por casa. Lo recordé el día que escogí la derrota como vía de escape. La derrota como seña de identidad, se acabaron las discusiones acaloradas, la búsqueda de argumentos, los sueños juveniles de esperar que el resto de la humanidad respetará los principios básicos de los que me gustaría disfrutar. Me la envaino. Soy un derrotado, el paria que sobrevivirá a los defectos across to the paradise de los masters del universo.
Puede parecer un punto de partida erróneo para leer el libro, y desde luego para plantearse la vida. Sin embargo los personajes creados por David Trueba me ayudaron a comprender que lo más importante no es la condición de vencedor o derrotado, lo sustantivo es encontrar el ánimo y la energía para mantener el devenir diario, un impulso que sea capaz de equilibrar las penas y las alegrías sin caer ni el pozo del silencio, ni en las euforias vaporosas de los triunfadores, esos que siempre vencen a la niebla de la duda y se carcajean de los mínimos tropiezos ajenos.
“El estado de ánimo es una cuestión de energía. Si te paras, te hundes. El equilibrio es una cuestión de movimiento, como esos platos que giran sobre la punta de un bastón”
Sentirse perdedor da libertad para mirar los acontecimientos con perspectiva, para comprender la trayectoria descendente de una vida que tal vez comenzó explosiva, pero que de a poquitos se desinfla entre la indolencia propia y la traición de aquellos en los que pusiste tus mejores ilusiones. La podredumbre de una vida a la deriva de monosílabos como vehículo comunicativo, las secuencias repetidas una y mil veces y una lista de personas despreciables que aumenta cada día, como aumenta la sensación de fracaso emocional ante la incapacidad de enfrentarse a un medioambiente adverso dónde los brotes verdes de la esperanza anidan en la piel oscura de una puta africana, en los rizos de un futbolista argentino o en las sinuosas caderas de una caribeña. Salvavidas a los que aferrarnos cuando la muerte, el amor o el fracaso muerden la vida y nos hacen sangrar heridas que nos recuerdan nuestra posición en el escaparate. Es entonces cuando no queda otra que levantarse y comenzar de nuevo a caminar. La senda de los perdedores nos espera, como a los protagonistas de la novela, y quien sabe si esta vez el itinerario culminará en la cumbre del éxito.

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