La curvatura de la córnea

04 junio 2012

Vilas versus Royuela: El límite de la novela

Juan Bolea, Fernando Royuela y Manuel Vilas en la Feria del Libro de Zaragoza 2012

La tarde del domingo transcurría entre las páginas del periódico, el baño de realidad era tan agobiante que el mensaje en facebook de la Feria del Libro de Zaragoza me puso las pilas: 19:00 h Patio del edificio de Capitanía. Conversación literaria entre Fernando Royuela (Todas las mentiras del mundo, Alfaguara), y Manuel Vilas (Los inmortales, Alfaguara) en torno al tema: "Los límites de la novela".
Juan Bolea era el encargado de catalizar la charla. Tras las presentaciones de los espadas, y con buen criterio, pidió quitar un extraño mecanismo de refrigeración que emitía un ruido insoportable. La eliminación de los decibelios dejó campo libre para los invitados. Comenzó Vilas por reconocer que, aunque no se tenía por un explorador, sus novelas, al menos para la crítica, se mueven en el límite del terreno formal Soy un realista, afirmó, que incorpora temáticas sociales del siglo XXI como a mi me da la gana ya al que le apetece recorrer otros caminos, pero siempre con el máximo respeto a la narración de una historia, porque en eso radica una novela. El lector aceptará el pacto que se le ofrece si observa que lo que se cuenta es interesante y tiene que ver con la vida. Si la novela, con independencia del formato, es la representación de la vida, el lector estará ahí.
Fernando Royuela reconoció que, aunque la narración es esencial, hay otros dos elementos imprescindibles: Una determinada cosmovisión y el estilo, esa voz que nos cuenta una determinada historia y una particular visión del mundo. Es en el estilo dónde radica la capacidad artística, la grandeza de la literatura. Con la mezcla de esos tres elementos se pueden obtener toda la gama de escritores que Royuela distinguió entre los que cervantean, y por lo tanto ponen el acento en la narración, o los que quevedean para poner lo esencial en la visión. Lo más importante en ambos casos sería demoler la realidad para devolverla al lector con un abanico de intenciones moralizantes o no. Royuela también dividió el tipo de novelas desde el punto de vista técnico. Las cerradas serían aquellas en las que  la aportación del lector consiste en meterse en la fábula y ser espectador de la misma. Otras novelas son abiertas y recorren caminos experimentales poco trillados y que apelan constantemente al lector. Royela confesó que sus primeras obras nacieron de un estallido emocional que le llevó hasta la creación. Fue con posterioridad cuando reflexionó sobre el hecho de la creación. En ese recorrido creativo lo que más le interesa de la construcción de una novela, por encima de la técnica, es conseguir que los lectores no se aburran. El límite de la novela, afirmó, está en el entretenimiento que conecta, germina y transforma, y esos logros pueden venir tanto por la historia como por el formato.
Vilas, para dejar las cosas claras, se confesó cervantino y alabó el Quijote como esa asombrosa obra donde dos tipos del mismo pueblo van por el mundo pasando las vicisitudes con miradas diferentes. Una road movie ambigua. Y eso es lo que le interesa a Vilas, que las historias tengan una calculada ambigüedad, que no lo cuenten todo, una representación inteligente de la realidad. Que la imaginación domine la narración para contar cosas que sorprendan.
Juan Bolea, en este punto de la conversación, preguntó por la falta de “ismos” generacionales, de etiquetas tan de moda en otros tiempos narrativos. Royuela afirmó que no hay corrientes porque la diversidad es absoluta y cada autor va construyendo su obra como le viene en gana, en función de su propio criterio y bagaje intelectual. Para encontrar una corriente es necesario sensibilidades comunes en lo artístico. Las etiquetas, afirmó, tienen un trasfondo industrial para vender libros y están muy marketizadas.
Vilas recordó como el fenómeno “Nocilla” fue ilusionante porque consiguió que una novela destinada a vender entre ochenta y trescientos ejemplares alcanzó más de treinta mil en un fenómeno dónde los lectores decidieron buscar otro tipo de literatura. Pero ese fenómeno no hace generación, replico Royuela, porque el número de ejemplares y de autores de la novela de cariz decimonónico triunfa sin lugar a dudas. La novela, como artefacto del siglo XIX, tiene el reto de construirse con nuevas técnicas como la auto ficción que mantiene al lector cómplice y activo.
Vilas estuvo de acuerdo y subrayó que la novela del siglo XIX no ha desaparecido aunque algunos lectores modernos pueden sentirse incómodos, sin embargo aunque el negocio del planteamiento-nudo-desenlace sigue siendo el top editorial, el mercado cobija todo tipo de estructuras, y recordó que si en una novela del siglo XIX buscas la representación de esa época, cualquier novela del siglo XXI debería aspirar a representar estos tiempos.
Abierto el turno de preguntas desde el público se expuso la duda de si existe el peligro de que, alcanzado un estilo propio, se convierta en un corsé o una fatalidad.
Fernando Royuela dijo que el estilo cambia con la experiencia y está supeditado a la novela que pide una forma concreta. Tan malo, continuó, como mantener el estilo puede ser el travestismo. Para eso, afirmó sonriente, se puede escribir con otros nombres.
Manuel Vilas fue rotundo cundo dijo que escribir bien no le interesaba mucho. Al autor oscense lo que de verdad le interesa es meter la vida dentro de la lengua.

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