La curvatura de la córnea

29 noviembre 2012

Nudo, de Teatro Pezkao, en la Vía Láctea.



El 24 de agosto tuve la ocasión de asistir a un pequeño adelanto de «Nudo» Fue en la inauguración de la Sala El Extintor: La compañía el Teatro Pezkao se sumó a la construcción de ese nuevo espacio con una parte de la obra que ayer pude ver entera en La Vía Láctea.
Nudo es una historia de violencia y como estos días estoy saltando entre las páginas de “Sobre la violencia” un libro de Hannh Arendt, he pensado en transcribir algunas ideas que considero interesantes.
Es difícil hablar sobre las causas, la naturaleza y teorizar sobre la agresividad del comportamiento humano cuando, cualquier grado de violencia nos lleva de inmediato al mundo animal, al salvaje que llevamos dentro. Tal vez el comportamiento violento sea una reacción más natural de lo que estaríamos dispuestos a reconocer. Se dice que la agresividad es un impulso instintivo que aparece independientemente de la provocación. Sin embargo, la falta de provocación lleva a una frustración del instinto, a una agresividad reprimida que, según algunos psicólogos, conduce a una acumulación de energía, cuya eventual explosión será mucho más peligrosa.
Olvidemos las teorías sociales y regresemos al teatro aunque no les quiero hablar de escenografías minimalistas y espacios diáfanos pero opresivos. Hoy quiero hablar de Fran Martínez y su apuesta valiente para con un teatro comprometido. Él ha sido el encargado de la dirección, la dramaturgia y la interpretación de este monólogo, así que Nudo es Fran Martínez. Un demiurgo que ayer paró el tiempo y creó un mundo nuevo sobre el escenario, un lugar a un palmo de altura de dónde nos solemos mover los mortales. La construcción del personaje fue inmediata, sin dudas y, en unos pocos segundos se llevó a todo el público hasta su universo, un lugar dónde un martillo puede cambiar tu vida.
La esencia de Nudo esta, además de un texto que respira credibilidad,  en el trabajo actoral de Fran Martinez que dominó el tiempo y el espacio hasta construir una montaña rusa de emociones para caminar por la delgada línea que separa el lado oscuro de los miedos y las miserias. A continuación, con un salto mínimo, da oxígeno al espectador con el alivio de la sonrisa, a veces nerviosa, a veces tierna pero siempre cómplice. La cercanía de las sillas de la sala al escenario permitió que me acercara a sus ojos. Fueron sus ojos los que cogieron de la mano y me dejaron al ladito de la verdad, junto al corazón. Allí permanecí mientras aquel muchacho me contaba la historia de su vida. Una vida que es la de cada uno de nosotros. La vida que nace tras reconocer el primer acto violento al calor del hogar. En los recreos dónde gordos, gafitas y mariquitas se escondían de la tribu. Bajo la estúpida autoridad de quien se siente superior porque así lo ha querido el sistema productivo, o esa sensación… ¿Recuerdas el primer golpe? ¿Aquel puñetazo cuartelario en el pecho? ¿El día que te pusieron un saco sobre la cabeza y te patearon hasta la humillación? Yo anoche lo recordé. Pero cuando comenzaba el desasosiego vino el teatro a salvarme porque sobre las tablas no encontré a un personaje: A mi lado, sentado en una silla, desnudo frente al perchero, de espaldas a la vida,  me encontré con las palabras de un hombre. Mis palabras.
Nudo es un catalogo de estímulos y reacciones. Una encrucijada entre la contención o perder los estribos, entre el comportamiento apropiado y la reacción ante el conflicto. Da igual cual sea tu actitud, hay un momento en la vida en el que llega la violencia, se planta delante de tus narices y te guste o no terminaras por reaccionar. Es entonces cuando puede aparecer NUDO.

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25 noviembre 2012

Revisiones, obsesiones y otros tributos en el barrio del Gancho





La cultura es capaz de cambiar la orografía de las calles. Desde hace un tiempo la calle Las Armas comienza en sala de teatro El Extintor y termina en la librería El Armadillo Ilustrado, y no vean ustedes la de cosas que hay por el medio. Esta mañana he vuelto a recorrer la calle Las Armas desde el Mercado Central hasta el amable recibimiento de Octavio Gómez Milián que, como coordinador del último libro de la Editorial Comuniter en su colección Voces de Margot, abrió la presentación de “Revisiones, obsesiones y otros tributos”, uno de esos interesantes potajes que los chicarrones de Comuniter se sacan de la manga y ya van por lo menos tres.
En este caso el hilo conductor trata de revisitar recuerdos, mitos, personajes, ambientes, canciones, cualquier cosa anclada con fuerza al pasado y capaz de transformarse en un tributo en actualidad “Spin off”. O más o menos porque como confiesa Octavio en la solapa del libro cada autor hizo lo que quiso.
Miguel Carcasona inauguró el turno de palabra para los autores. Nos contó las casualidades que unían su vida con Jacques Brel, y no se ustedes, pero cuando escucho el nombre de un cantante francés comienzo a dudas porque tiendo a confundirlos, bueno a todos no, confundo a Brel con Brassens hasta que recuerdo que Brassens es el cachondo (eso se lo debo a Javier Krahe) y entonces me relajo porque Brel debe ser el serio. Carcasona esto lo tiene mucho más claro porque, según leo en su relato, Jacques Brel es belga. Tierra trágame.
David Jasso, que no se disculpó por los cuadros de su camisa, avisó sobre su relato, y esto dará mucho que hablar entre sus fans, que no estaba confeccionado con las herramientas del terror, el campo habitual de los textos de Jasso. Imagino que el autor de clásicos como “La silla” también tiene su corazoncito y, aunque no explicó los motivos, se ha escapado hasta el imaginario de Joaquín Sabina para terminar en mayo una canción que el jienense escribió en abril.
Eva Puyó situó la acción de su relato en un cine. Rubén es un director de teatro, viendo la película “Amantes” de Vicente Aranda. Rubén esta en medio de dos actrices de su compañía que además son hermanas. Y ahí me despisté. Ni me llamo Rubén ni soy director de teatro, y además El Armadillo Ilustrado no es un cine. Sin embargo ahí estaba yo, entre las hermanas Lacarta. El efecto espejo viajó a la primera vez que estuve cerca de Marian y Ana. Fue el día que descubrí el Ateca Power de La Noche Sin Techo 2007. Una de esas experiencias que nunca se olvidan.
El relato de Magdalena Lasala bebe de las fuentes de Flaubert y de la danza de Salambó con la serpiente sagrada. Lasala estaba entusiasmada porque había podido sacar de ese cajón secreto que tienen los escritores a uno de sus personajes favoritos, a mujer apasionada. La autora, imbuida por la pasión y la danza, inició un boceto de cimbreante vaivén que, ¡¡lástima!! No fue a más.
Antonio Romero mide los años por sanlorenzos y eso es toda una carta de presentación. Recordó ya habían pasado dos años desde que escribió el relato. Tiempo suficiente para que la destinataria del texto, su novia de entonces, ya estuviera fuera de su vida. Al parecer hay otra chica en su vida aunque no explico si a la actual también le escribe relatos o ha cambiado de táctica. El caso es que a su chica de entonces, a la de hace dos años el texto le gustó y eso parece ser suficiente marchamo de calidad. Fue preocupante comprobar como las referencias y los mitos de Antonio Romero, un tipo capaz de tocar bajo, theremin (sea lo que sea un theremin), provengan de lugares tan tecnológicos como la Nintendo y Super Mario Bros al que bautiza como el primer pagafantas. Les confieso que ya tengo marcada la página con su relato.
Igor Paskual llegó de Gijón montado en un tren y sin perder ni una pizca de ese aire elegante que imaginas a alguien que ha liderado una banda de glam rock. Antes de cantar hizo algún chascarrillo sobre Mick Jagger que en fin, no se lo tendré en cuenta porque demostró un alto grado de mitomanía, cantó por derecho, estuvo simpático y hasta pedagógico cuando me enseño cosas interesantes y que yo desconocía sobre…¿¡no lo adivinan!? Les recuerdo que hace un momento he escrito la palabra “glam”
Y luego vinieron las charlas, las firmas de los autores y Enrique Cebrián Zazurca que me dio un palo por lo fino, nada de navajitas en el cuello, una envolvente jurídica, casi ná. Roberto Malo que llegó tarde pero llegó, Mónica y una tesis sobre las pelucas que se ponen las mujeres caribeñas y, con tanto darle a la hebra, me volví al barrio con la compañía de David Jasso y sin catar ni una gota de vino. Y claro que lo voy a decir, me hubiera gustado contar con la presencia de Juan Luís Saldaña, ese zombi posmoderno de frase corta y siempre dispuesto a morder con todo el cariño del mundo, o no.
Este libro es un aviso para navegantes. No escondas tus obsesiones, todos las tenemos y en dosis adecuadas es una buena gasolina para subir la presión de nuestro torrente sanguíneo. Si eres capaz de dar el paso no lo dudes, este libro te ayudará a reencontrarte con esa obsesión digna de un tributo.




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15 noviembre 2012

De la rutina como sustento

Si la memoria no me traiciona, fue con los artículos de Umbral en la contra portada de El Mundo con los que pille manía a los artículos con nombres propios en negrita. Mucho más tarde, las reseñas nocturnas que Octavio Gómez Milián publicaba en su blog, llenas de nombres y apellidos, me parecían hipnóticas, cuando yo salía por la noche era incapaz de identificar a nadie más allá de mi nariz. O el texto que tuve la suerte de leer el otro día con nombres y más nombres del pop aragonés que terminan por modificar los recuerdos propios.
A veces Octavio utiliza esa técnica de avalancha, de nombres o de conceptos, en sus artículos políticos. Y creo que ahí no funcionan. Para la crítica política a mi me gusta más lo concreto, cuanto más concreto mejor, ahondar, cribar, poner la lupa y darle caña al mono, cuanta más caña mejor.
Por eso me gustan mucho más las columnas de Octavio con ese aire costumbrista lleno de nombres, gracias a Dios sin negrita, como la que publica hoy el Heraldo en su deambular de amigo en amigo: Melero (a veces Pepe y otras José Luís), Campos, Romeo, Gascón, Acin, Grasa, Notivol y Mayor. Tras recibir esa excelente sobredosis de apellidos acompañados por sus correspondientes nombres de pila, Octavio remata con las siguientes palabras: Memoria emocional de los tesoros mínimos que nos da la vida, de la rutina como sustento”
Y ustedes me perdonaran, pero ya sueño con un poemario con ese título: De la rutina como sustento.

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02 noviembre 2012

La Morada abre sus puertas en la sala El Extintor



Día de Todos los Santos. La ciudad pasaba el día de difuntos azotada por la resaca de la noche anterior. Noche de niños y disfraz baratillo. Esqueletos pintarrajeados en telas de la China, brujas pirujas en busca de su escoba y la certidumbre de que el terror se ha adueñado de nuestro tiempo. Paseaba por Zaragoza cuando en la calle Armas, a la altura del número 20, escuché un grito desgarrador. Me detuve para dejar que los latidos del corazón volvieran a su rutina. No lo logré porque un chirrido metálico amenazó el poco valor que me quedaba. Aunque estaba asustado logré girarme poco a poco. Era una persiana metálica  y me invitó a pasar. Más allá del alumbrado público todo era tinieblas, y sin embargo, un extraño influjo me llevó hasta el interior de aquel viejo caserón. Sentí frío y la intensa sensación de que estaba a punto de entrar en uno de esos rincones escondidos a la vista implacable de los demás, hasta que la ligera brisa del destino, los hacen brotar. Santiago Meléndez ha destilado la desazón de las calles para escribir un disparadero que sacrifica el altar de un escenario y se hace carne bajo la luz de las neo candilejas: Haces de led blancos y los ojos en par en par de todos los espectadores. No había lugar a la duda. Estaba en el las tripas de La Morada y noté como el miedo se adueñaba de mis sentidos.
En La Morada sobreviven, aunque no sabemos hasta cuando, los restos del Alacrán, de la debacle social y moral que se cierne al ritmo demoledor de cuando creemos avanzar y solo retrocedemos. Scorpio es una criatura atornillada por el sufrimiento y la tenue luz que sus recuerdos se vierten por una voz acompasada y al ritmo, incomprensible para nosotros, del lívido insaciable y fatal. Salamandra plastificó su vida de horror con frases que hieren la culpa inocente de ser invisible ante los demás, y entonces llegó un Ángel de Luz aferrado al texto como única vía de escape y su respiración entrecortada penetró en mi estómago hasta restregar las tripas. Una leve pausa para llegar al pie de las largas trenzas y ojos abiertos de Luna. Vómito de  mocos al compás de una canción infantil silabeada con ritmo fúnebre de miseria y hambre. Ayer lo viví. El desasosiego presente a cada paso y el matiz de un gesto, la mirada desquiciada que trae recuerdos, esperanza o la certidumbre de un futuro lleno de terror. El milagro del respetuoso silencio mientras el tiempo pasa y ellos, los dueños de La Morada, siguen dando vueltas al ritmo terrible del tiempo que se presenta en forma de justicia, aunque algunos pusilánimes la llamaran venganza, y nosotros, los espectadores de teatro, legitimamos con nuestro aplauso.
La Morada es el cuarto montaje de la compañía Microteatro Zaragoza que además estrenan espacio en El Extintor, una sala todavía en construcción para teatro de emergencia y emergente. Un lugar ideal para representar esta obra de teatro que, en palabras de Santiago Meléndez, conecta con el auténtico terror actual de la realidad social.

"¡ ARRGGHHH ! (La Morada)...te sentirás helado....

"El Extintor", Calle las Armas, 20

Del 31 de noviembre hasta el 9 de Diciembre.

Viernes y sábados a las 22

Domingos a las 20 h.

PRECIO: 7 Euros

RESERVAS EN EL 622 431 121



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