Bunbury con lentes de aumento
Para Pablo
“La decadencia está
prohibida en tu mente. La caída pierde altura por momentos.”
(La Decadencia.
Héroes del Silencio. Senda 91)
No tenía previsto contarles nada sobre el concierto de
Bunbury en el Príncipe Felipe de Zaragoza, si ya ven que hasta la primera frase
se ha quedado antigua. Pero durante la tarde me he encontrado con mi amigo
Pablo y me ha pedido que le contara el concierto. Y aquí me siento con la
intención de escribir algo que nada tiene que ver con los deseos de mi amigo,
que de ese palo ya he escrito mucho en este humilde blog y en fin, que
enseguida se me ve la vena fan y no puede ser.
Hoy les quiero hablar de un viaje que comenzó el extraño día
que Bunbury se cortó el pelo, se puso unos pantalones naranja y el personal
desde la grada le gritaba que se dejara de ostias y que tocara canciones de
Héroes. Después vino el cabaret, justo cuando yo llevaba unos añitos disfrutando
de la nueva música electrónica de bucles y bits pero, lo reconozco, me gustó
que Bunbury se acercara peligrosamente al mundo de la verbena, un espacio que
está íntimamente ligado con mi educación en la música popular. Pero una cosa es
acercarse, hacer una rápida incursión, y otra muy diferente la de años que le
ha costado quitarse la boa de colores. Musicalmente siempre ha sido una
aventura enriquecedora contemplar como Mister Bunbury ha trufado sus discos de
las músicas populares latinoamericanas con un vuelta y vuelta por la meca del
rock. El cantante zaragozano se siente muy agustito cocinando esos potajes a
los que el término rock se les queda pequeño, entre otras cosas porque con el
paso del tiempo y el inicio de nuevas giras, siempre anda retocándolos en busca
de nuevas sonoridades country, hammond, psicodelia, hasta el infinito y más
allá. Esa forma de concebir su carrera musical, en su capacidad de
reinventarse, de experimentar, de dar un paso más. Eso lo que hace de Bunbury un
artista a lo grande.
Lo deprimente de este viaje, o quizá no tanto, es mi
posición en la escena. Olvidemos las abduciones de aquellos conciertos heroicos.
En la trayectoria de Bunbury con cada una de su bandas mi situación se ha
variado desde la incredulidad electrónica pasado aquellos conciertos sudorosos en
la sala Oásis con Natalia on my mind que nunca te he dicho todo lo que te
quiero. Hasta los saltos tranquilo que controlo, el último baile agarradito en esta
misma pista y un abrazo con Alejandro cuando los dos sabíamos que tenía el
sabor de la despedida. Tanto camino recorrido para terminar varado en las
gradas desde las que, pertrechado con unos prismáticos para el teatro, escruto las
poses bunburyanas con curiosidad de antropólogo, los solos de guitarra que me
gustarían mucho más stonianos y como el servicio de seguridad amenaza a los
fans que, en primera fila, aún guardan las esencias de la trinchera. Esos tipos
que lo dan todo durante el concierto para compensar al cantante tantas horas de
felicidad y yo, aunque de eso haya pasado mucho tiempo, fui uno de ellos.
Desde la butaca de una de las gradas laterales se ven las cosas
de otra manera y, aunque uno sabe que ya nada será igual, todavía espero que
sople el viento a favor.
Gracias Bunbury por ese día en La Casa del Loco en el que me
pediste fuego y yo, que no tenía lumbre, te di un abrazo agradecido. Y eso que
por entonces no me habías dado ni la mitad de todos los buenos ratos que me has
hecho pasar.
Etiquetas: bunbury, reseña concierto
2 Comments:
Hola, Javier. Te he nominado a un premio, por aquello de tener la excusa para recomendarte a quienes me lean. Aquí el post donde lo hago:
http://lautopiasupertramp.com/2014/06/me-han-dado-un-premio/
Saludos!
Hola Candela
Jo. Muchas gracias por tu mención. Estoy muy contento y un poco descolocado porque...¿Cómo llegastea a mi blog?
Un beso.
Javier.
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