La curvatura de la córnea

03 febrero 2017

El juicio de las mariposas


Me gustan mucho las historias de abogados y tribunales, desde la película “Matar a un ruiseñor” hasta la serie de televisión “Alicia Florick.” Me atrae esa escenografía donde prima la palabra y el arte de la oratoria para alcanzar un solo objetivo: convencer al tribunal de que tus argumentos son los buenos, no se trata de tener razón o no, al fin y al cabo lo importante es mantener un discurso verosímil porque todos sabemos que un buen abogado es capaz de salvar al peor de los culpables.
El pasado jueves se estrenó en el Teatro Arbolé la obra “El juico de las mariposas” un texto inédito de la también actriz Iris de Campo pero, no se dejen engañar con la poética del título, la obra juzga, como reza el programa de mano, “a la sociedad de consumo, a la que se acusa de genocidio y crímenes contra la humanidad.”
El objetivo es de envergadura pero tanto la fiscal como la abogada defensora abordan la cuestión desde dos planos diferentes. La joven fiscal, aunque hace alusiones sobre cuestiones teóricas en relación a la condición humana,  esta atornillada al presente más inmediato, con una realidad que la golpea sin remisión, ella no pretende acusar a la humanidad, ni siquiera a la sociedad de consumo, ella quiere meter en la cárcel a hombres y mujeres con nombres propios, esos que aparecen en los telediarios y las tertulias de actualidad política, los responsables tangibles de aquí y ahora. Sin embargo, la abogada defensora arrima el ascua de su defensa al escenario que define Yuval Noah Harari que, si bien reconoce que la evolución del Homo Sapiens se puede medir por el incremento de la crueldad y valga un ejemplo: los emperadores romanos mandaron en tres siglos a menos cristianos a la muerte frente a los leones que los cristianos a otros cristianos en el día de San Bartolomé. Pero la evolución también se puede medir como la culminación de lo que será, de nuevo en palabras de Yuval Noah Harari, el Homo Deus que, de hecho, está consiguiendo que las calamidades disminuyan “Por primera vez en la historia, hoy en día mueren más personas por comer demasiado que por comer demasiado poco, más por vejez que por una enfermedad infecciosa, y más por suicidio que por asesinato a manos de la suma de soldados, terroristas y criminales. A principios del siglo XXI, el humano medio tiene más probabilidades de morir de un atracón en un McDonald´s que a consecuencia de una sequía, el ébola o un ataque de Al-Qaeda.”
Esa dicotomía de los planos discursivos entre fiscal y abogada defensora hace muy difícil que el juicio tenga verosimilitud. La fiscal no pretende convencer al jurado personificado en el público, su lucha es contra el sistema y por eso sus diatribas, que resumen la información más actual, se disparan contra la autoridad moral del juez, que preside la sala, y contra la abogada que, por honrar su oficio, recibe como propias las puñaladas asestadas contra la sociedad de consumo. Sin embargo la abogada defensora busca la complicidad del jurado porque su discurso huye de la actualidad y dibuja la senda del progreso como un señuelo, porque esa senda de progreso también tuvo su presente, un presente en el que los grandes descubrimientos como los de Edison no podían ocultar que la recién nacida clase trabajadora vivía esclavizada mientras los amperios alimentaban los filamentos de su bombilla.
En la serie de televisión Alicia Florick casi siempre hay un momento en el que la fiscalía y la defensa negocian una salida pactada, ambos actores han jugado sus bazas ante el tribunal y muchas veces no están seguros si en la carrera del juicio van ganando o perdiendo, ese es el momento de olvidar la disputa y dialogar. Las protagonistas de la obra no pueden llegar a ese punto de diálogo porque las dos están perdidas en su propio laberinto, es la teoría de Braudel sobre los tiempos históricos y como la forma de abordar los problemas está directamente relacionada con la duración de los fenómenos históricos que recorren una sociedad.
La abogada defensora navega por acontecimientos de larga duración en los que la realidad histórica evoluciona con lentitud pero con seguridad, y que enlace con la teoría citada que pone al Homo Sapiens en lo más alto de trono, al fin y al cabo ha sobrevivido y mejorando sus condiciones de vida, aunque al mismo tiempo se ha quedado anclado en algunas formas de interpretar y comprender el mundo mediante componentes religiosos que no dejan de ser la pervivencia de los mitos.
La fiscal, por el contrario, se amarra al tiempo corto, un tiempo de segundero que se ve afectado por acontecimientos inmediatos, ella, como diría Braudel, está en la medida de las personas, de la vida cotidiana y de la toma de conciencia. Son esas reivindicaciones que fluyen por las venas de las redes sociales y las redacciones de los medios de comunicación con la pretensión de convertirse en el espejo de una sociedad en cuya naturaleza se apilan cuestiones políticas, económicas, sociales y culturales.
La abogada y la fiscal tienen muy difícil encontrase en un espacio temporal que no comparten, sus historias y alegatos pertenecen a dos realidades distintas, la sociedad que ellas acusan o defienden se ha fraguado en tiempos múltiples y a diferentes ritmos de evolución. ¿Seremos capaces de juzgar a la mariposa que fue oruga y crisálida antes de revolotear en el estómago de nuestro primer amor?
Todas estas disquisiciones dificultan que el tribunal sea un lugar verosímil para juzgar a una humanidad que, como ocurre con las mariposas, somos incapaces de juzgar, entonces ¿para qué hacerlo? Tal vez por lo mismo que nos pasaba a mi padre y a mí, porque en aquellas discusiones entre mis sueños y sus vivencias siempre había una salida de emergencia abierta al cariño. Así que tal vez las dos protagonistas de esta función son el reflejo de tantos padres e hijos caminando por el laberinto de dos vidas a diferente velocidad.

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