La curvatura de la córnea

04 marzo 2017

Conferencia: La España Vacía



La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País organiza un ciclo de charlas y conferencias en el Patio de la Infanta de Ibercaja bajo el título “Despoblación y desvertebración regional” El pasado 2 de marzo se celebró la jornada inaugural a cargo del escritor y periodista Sergio del Molino que, como autor del libro “La España vacía. Viaje por un país que nunca fue” ha construido un relato entre el ensayo y la road movie cuyo eje se sitúa, en el Gran Trauma, o en palabras de Antonio Muñoz Molina, “la migración tremenda que en muy pocos años dejó vacíos pueblos y campos para multiplicar la población de las grandes ciudades. Hijos de campesinos nacidos en barriadas de aluvión afirmaban una identidad desafiadora dejándose el pelo muy largo y abandonándose al éxtasis de los guitarreos del heavy metal. En la conciencia de los españoles que en los años ochenta abrazaban a toda prisa la modernidad había una sombra casi siempre inconfesada que era la de un origen en la España vacía, un pasado escindido entre la abjuración y la nostalgia, entre la arrogancia de una mundanidad demasiado reciente para ser sólida y la perduración de lealtades íntimas alimentadas por un sentimiento de culpa.”
Sergio del Molino comenzó la conferencia autodefiniéndose como un juntaletras asombrado por el éxito editorial de su último libro y que tal vez se explique en una sola oración: La España vacía explica la España ocupada. El autor se reconoce zaragozano y se extraña cuando le citan como un escritor madrileño afincado en Zaragoza, por eso le gusta que después de un año recorriendo España con su libro debajo del brazo, sea en Zaragoza donde se cierre el círculo, la culminación de un libro que ha causado un creciente impacto y que ha puesto en la palestra de la actualidad el concepto de una España vacía que, más allá de las necesidades materiales, veía como su discurso nunca era prioritario, y esa negación se vivía como un segundo, y quizás más doloroso abandono. Pero el reproche del abandono, recordó Del Molino, es viejo y se ha tocado con anterioridad, el cambio fundamental está relacionado con el centro urbano y la reacción de la España llena cuando sintió el aguijonazo de la responsabilidad por el abandono de una España vacía que la nutrió. Ese abandono se ha criado al calor de la mitología familiar hasta generar una catarsis para comprender que las ciudades son, en realidad, la España vacía.
La musculatura narrativa de Del Molino se ha ejercitado en la práctica del periodismo y tal vez por eso se confiesa un intruso en un terreno más cercano a la Geografía y la Historia, sin embargo afirma que las visiones desde la periferia aplicadas a un discurso establecido ofrecen una nueva frescura, en ese sentido recordó sus tiempos de alumno universitario en las clases de Filosofía del profesor Liria y como se sintió fuera de ámbito hasta que la calificación final de la asignatura fue de Matrícula de Honor, ante tamaña sorpresa preguntó al profesor y el filósofo le contestó que su mérito había sido salirse del discurso de carril para aportar una visión original y fresca; y es precisamente en el atrevimiento del neófito dónde Del Molino sitúa sus investigaciones en torno al fenómeno de la despoblación.
Cuando Del Molino trabajaba en la redacción del Heraldo de Aragón todos los días se encontraba con una enorme reproducción de la primera página del primer número de un periódico que recogía problemas de 1895 que, para sorpresa del periodista, todavía estaban presentes: Ferrocarril de Teruel, el paso de Canfranc y los regadíos. Cien años  para seguir anclados en el día de la marmota de un abandono por parte del Estado porque, con todo lo que ha cambiado la sociedad, es muy significativo que las preocupaciones sean prácticamente las mismas. Esta percepción coincidió con su interés en la búsqueda de historias tangenciales que no habían sido contadas, y en ese sentido el desierto que rodea Zaragoza es un semillero de gentes de las que nada se habla al menos hasta que una escopeta sale a la calle y regresa lo atávico para alimentar el rechazo y las  suspicacia. Del Molino confesó que, desde su trabajo de reportero, aplica una mirada exclusivamente personal a la despoblación que construye por comparación con viajes más allá de los Pirineos en los que era muy fácil comprobar que aquellos territorios estaban poblados por granjeros con la posibilidad de vender sus productos en mercados locales. Ese choque entre un campo vivo y la España despoblada de pueblos muertos dejaba de ser percepción sensorial cuando Del Molino apuntaló la percepción con una batería de datos que relacionan Francia y España a través del binomio de parecidos Kilómetros cuadrados y muchos menos habitantes en el territorio peninsular, que además están concentrados.
Del Molino lanzó una pregunta, ¿qué ocurre si miramos al país contando con esa dicotomía que, preocupando mucho, no se visibiliza ni en los medios ni en los parlamentos? El autor confiesa que, sin pretender analizar o responder a esa pregunta, su pretensión es cambiar la mirada sobre el país para ayudar a modificar la visión del mismo y, a partir de ahí, generar un debate que, por la experiencia que ha tenido en su larga gira de presentaciones, siempre termina con la misma pregunta ¿Cómo podemos solucionarlo? una interrogante que apunta a lo material pero también atisba lo sentimental.
El conferenciante admitió que él no puede dar soluciones pero su convicción es muy clara: La España vacía es irreversible. Su pensamiento parte del planteamiento global de que en occidente es evidente el declive de las áreas rurales mientras la mayoría de la población está buscando el hábitat de la ciudad pero, si somos capaces de admitir la imposibilidad de recuperación, tal vez podemos encontraremos un nuevo punto de vista. Un punto de vista muy diferente del expresado por Joan Clos (Exalcalde de Barcelona, exministro de Industria Comercio y Turismo, exembajador en Turquía y Azerbayán y que en la actualidad es Director Ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos) que en una entrevista de Manuel Jabois para la contraportada de El País y ante la pregunta de ¿por qué se vacía España? La respuesta fue: “Vivir aislado en pequeñísimas comunidades es caro. Si las quieres dotar de la misma calidad de servicios que tienes en la ciudad, el coste se encarece muchísimo. Sólo los países muy ricos vuelven a poder ser rurales. Suiza, Suecia. Estas sociedades, que están por encima de los 60.000 dólares per cápita, pueden plantearse vivir en comunidades de mil, dos mil o tres mil habitantes. Esto es carísimo en términos de provisión de servicios. Hay razones objetivas que explican por qué la población toma las decisiones que toma.”
Este discurso político, que para Del Molino muestra un escaso de tacto y sintetiza la negación de la identidad del otro, de este modo, el espacio de construcción se aleja de nosotros y se instala en el mito del paleto, del monstruo que vive en el campo y, aunque la sociedad ha cambiado, el mito pervive en el desprecio y por lo tanto sus problemas dejan de existir porque, aunque es cierto que la diversión con respecto al paleto es universal, en España se ha dramatizado gracias a que la diferencia entre los ámbitos rurales y urbanos es mucho mayor que en otros países. Por eso la primera tarea, continúa Del Molino, es cambiar tanto el discurso victimista de los políticos que no aporta un discurso alternativo más allá de las inversiones al desarrollo local de zonas despobladas cuyos logros, aunque evidentes, también son anecdóticos porque el resultado final es que se sigue perdiendo población en el ámbito rural de Aragón, las dos Castillas y Galicia.
En ese cambio de mirada, Del Molino propone dos ejemplos que se están desarrollando en Canadá y Gran Bretaña. En el país norteamericano se trata del Rural Lens, un programa estatal que obliga a que cualquier proyecto incluya una óptica rural que lo involucre. En el caso británico el Rural Pathfinders promueve unos planes de desarrollo conformados por la cooperación público-privada con una proyección de veinte años vista y enfocados para cubrir las necesidades locales a través de microindustrias. Lo interesante de estas propuestas es que abren un camino original en el intento de contener la sangría de habitantes, que la población rural no se sienta de segunda categoría para vertebrar un país más allá del supuesto maná del turismo rural que al final no ha sido para tanto. En este sentido el autor está muy contento porque su libro La España Vacía ha producido un cambio de chip en algunos ámbitos y, en fin, quien sabe si en el futuro…

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